sábado, 12 de diciembre de 2009

STEFANO BOLLANI


Para el universo del jazz, un universo que puede ser tan o más cerrado, arbitrario y sectario como cualquier otro, Stefano Bollani es un pianista italiano que, poco a poco y casi en silencio, fue forjándose una carrera sutilmente impresionante, con colaboraciones con Pat Metheny, Phil Woods, Lee Konitz, Gato Barbieri y Richard Galliano, entre otros, y con una serie de discos en los que, alternando entre la vertiente más norteamericana del jazz y una apropiación inteligentemente bulímica de otras músicas, demostró ser uno de los intérpretes más interesantes de los últimos tiempos. Dentro de esa discreta fama en el mundo jazzístico, hay hitos que destacan: en especial, su primer disco para ECM (Piano solo, 2006). Semejante audacia, un disco de piano en solitario como debut en uno de los sellos más famosos del jazz, tuvo sus frutos. Los lectores de la revista estadounidense Down Beat lo eligieron octavo entre los nuevos talentos y tercero entre los jóvenes pianistas del mundo; la revista All About Jazz lo incluyó entre los cinco músicos más importantes del 2007, junto a Ornette Coleman y Sonny Rollins. En Viena le dieron el premio Europeijazzpreis al músico europeo del año. Ya antes, había ganado el premio a la nueva estrella de la revista japonesa Swing Journal. Así las cosas, para ese mundo más o menos cerrado, arbitrario y sectario del jazz, Stefano Bollani es un músico que merece atención.


Pero en Italia es otra cosa: en Italia es una estampida, un estallido, un hombre multifacético que cumple tanto los papeles de estrella radial y televisiva (los vídeos que aparecen en youtube de sus apariciones catódicas son desternillantes; sus imitaciones de Domenico Modugno, Fred Bongusto o Franco Battiato impagables; canta bien, es atractivo, se pone al público en el bolsillo; es capaz de dirigir una banda al mejor estilo Les Luthiers como ponerse intensamente romántico), escritor de cuentos infantiles y de fábulas para adultos, y dueño de un manejo perfectamente natural de una profunda cultura libresca y poética. Su disco Les fleures bleues de 2002 es un tributo a Raymond Queneau; en Gnosi Delle Fanfole (1998) le pone música al poeta metasemántico Fosco Maraini; Mambo italiano (1997) está dedicado a Dean Martin. «En el año 2009, todo lo que haces viene de algún lado», declaró una vez, hablando del jazz, de la tradición, de Italia, de Brasil. Si hubiera que buscar algún buen ejemplo de un músico posmoderno, Stefano Bollani podría calificar para el puesto. Pero no durante mucho tiempo: lo que lo salva de cualquier encasillamiento seudo o neofilosófico, lo que otorga a su obra esa originalidad, lo que, finalmente, lo «italianiza», es el humor. Un humor que no se nota tanto en los discos, o si se nota, es en forma de una cariñosa ironía, de una apropiación momentánea y amable de todas esas influencias que sobrevuelan a su obra. Un humor que, además de en sus apariciones televisivas, al parecer es la columna vertebral de sus conciertos.

Nacido en Milán en 1972, a los seis años quería ser cantante pop (se nota), y para acompañarse empieza a tocar el piano. Tiempo después le manda una cinta a su ídolo, Renato Carosone, quien le contesta con el consejo de que escuche mucho jazz. A los once se inscribe en el Conservatorio Luigi Cherubini de Florencia, y a los quince ya tocaba profesionalmente. Después de acompañar a cantantes como Laura Pausini, conoce al gran trompetista Enrico Rava, famoso, entre otras cosas, por apadrinar a músicos jóvenes. Rava le aconseja que olvide el pop y se arriesgue con el jazz. En poco tiempo Bollani pasa a tocar con su mentor, un dúo en el que poco a poco fueron intercambiando sus papeles: Bollani se volvía más serio en escena, mientras Rava hacía gala del humor irreverente y surrealista de Bollani. Entonces empieza la consagración: en 1998 es elegido mejor nuevo talento por la revista Musica Jazz; para esa época crea y dirige la l’Orchestra del Titanic; participa en un homenaje jazzístico a estrellas pop italianas de los sesenta y setenta (Abbassa la tua radio). En su primer disco de piano solo, Småt Småt (2004), cita tanto a The Beatles como a Prokofiev, toca música contemporánea argentina y tangos; en Piano Solo, a The Beach Boys, al tango de nuevo y a Scott Joplin. En todos encuentra algo, a todos les saca algo. En Concertone se pone al frente de la Orquesta de la Toscana. Tanto homenajea al folclore escandinavo (Gleda: Songs from Scandinavia, 2005) como a Ellington (Black and Tan Fantasy, 2006) y Gershwin (Gershwin and More Live, 2007). Al frente de la Filarmonica 900 de Turín grabó todo un disco de composiciones de Francis Poulenc (Les animaux modéles). I Visionari de 2006, al frente de su quinteto, es un CD doble que empieza de una manera y de pronto se llena de músicos invitados y todo cambia. Escucharlo es casi como espiar una fiesta sorpresa.

Pero también puede ponerse magníficamente serio e intimista, como en The Third Man (2007), en dúo con su mentor Enrico Rava, o al frente de su «trío danés», el contrabajista Jesper Bodilsen y el baterista Morten Lund, con quienes grabó Gleda, Mi Ritorni in Mente y ahora su último registro, Stone in the Water, también en el sello ECM, donde hay una mayoría de temas del propio Bollani, algunos de sus acompañantes, pero también de Poulenc, Jobim, Moraes y Caetano Veloso. La música brasileña parece ser el último amor de este pianista italiano, un amor nuevo e informado, a juzgar por el profundo conocimiento con que se acerca a ella. Para su extraordinario registro Carioca (2008), Bollani se juntó con músicos brasileros y extrajo temas diversos de ese canon tan rico (y tan utilizado por el jazz). El disco fue grabado en Río de Janeiro y, más tarde, fue objeto de una gira de conciertos en varias ciudades de Brasil, durante la cual Bollani se convirtió en el segundo músico del mundo (después de Jobim, nada menos) en tocar un piano de cola en una favela. Y en cierta manera, hay mucho en Bollani que tiene que ver precisamente con eso: con la importancia del gesto.
Publicado originalmente en ABCD, en noviembre de 2009

1 comentario:

sem-se-ver dijo...

magnifico post.

vou linkar.

obrigada (gracias :-)