jueves, 15 de febrero de 2007

RARUM



En la segunda mitad de la década de los setenta, la figura de Hermeto Pascoal estaba unida no tanto a su increíble versatilidad instrumental y a sus colaboraciones con Miles Davis (quien “tomó prestadas” dos de sus composiciones en Live Evil) como a sus excentricidades, la mayor de las cuales era, a partir de la publicación de Missa dos escravos, la utilización de cerdos vivos como instrumentos. Animaladas aparte, este disco, grabado en Los Angeles, producido por Airto Moreira y Flora Purim y con una formación de altísimo nivel, sobrevuela todo el tiempo por un sonido de fusión jazz-rock abrasilerada que, cuando parece que va a convertirse en algo cómodo y placentero, sobresalta al oyente con constantes interrupciones de genialidad.


Hermeto Pascoal
Missa dos escravos

Hermeto Pascoal (tecl, p, sint., v, fl, ss, g, cerdos vivos) ; Flora Purim (v) ; Ron Carter, Alphonso Johnson (b); Airto Moreira (bat, perc.); Chester Thompson (bat); Raul de Souza (tb); David Amaro (g).
Grabado en Los Angeles, 1977

Warner Bros 8122-73752-2

Este disco inmenso empieza con Tacho, que es, además de un ejemplo de fusión de alta calidad, una oportunidad de reflexionar sobre la influencia profunda de la música brasilera en el jazz, y sobre cómo esa influencia parece tan natural y antisolemne. El bajo de Alphonso Johnson cuaja tan bien con los ritmos abrasilerados de Airto Moreira como con la sutileza de los teclados de Pascoal. Como ocurre con el resto de este disco, cuando uno corre el riesgo de dejarse llevar por los ritmos agradables y soleados, el mismo Pascoal irrumpe con resonantes solos de flauta que coquetean con el free y la técnica extendida, y una brevísima intervención de la guitarra eléctrica de David Amaro nos devuelve el tema de una manera distorsionada por el recuerdo. Missa dos escravos es la famosa pieza de los puerquitos, cuya participación no genera ninguna ruptura con la melodía dulce que parece insinuar la guitarra acústica de Hermeto. Es él mismo quien vocaliza frases ominosas, casi terroríficas, que rompen con el clima. Años después Pascoal grabaría una de sus obras más conocidas, So Nao Toca Quem Nao Quer, una celebración del delirio controlado cuyo título puede traducirse como «Sólo no toca quien no quiere», aunque cabe preguntarse si diez años antes, sus acompañantes vocales porcinos querían participar de esta obra. El resultado es, como, todo el disco, imprevisible y sorprendente. Lo que empieza amable, casi dulce, pasa a ser inquietante, ominoso y finalmente surrealista, un collage de coros angelicales, gritos, llantos, risas y chillidos de cerdos que ponen, siguiendo en el reino animal, la piel de gallina.
Entonces llega Chorinho Para Ele y todo es alegría, una melodía memorable que Gismonti versionó más de una vez. La ruptura se da, esta vez, con la velocidad. Hermeto, un flautista de primera, va aumentando la velocidad hasta dejarnos sin aliento. Cannon es un solo de flauta con efectos vocales dedicado a Cannonball Adderley cuya trascripción, nota por nota, forma parte de un bellísimo dibujo incluido en el LP original y reducido, en tamaño y calidad, en la edición de CD (Ver ilustración). En Escuta Meu Piano Hermeto, al piano solo, nos ofrece, con una técnica impresionante, el mismo programa: una melodía maravillosa de la que rápidamente se cansa para convertirla en un caos multicolor y violento (o sinestésico). Otra concesión (aunque no del todo) al jazz-rock a la Weather Report (Aquela Valsa) da lugar a Geleia De Cereja, casi 12 minutos de improvisación que va y viene del free a la balada y del samba a la fusión sin complejos ni respiros y que empieza con cuatro notas maravillosas y obstinadas de Ron Carter. La reciente edición en CD añade dos electrizantes jams registradas durante la grabación y descartadas del disco original, con el regreso de Alphonso Johnson al bajo. Además del uso de los cerditos, la mera multiversidad de territorios y sonidos que recorren este disco, en una especie de entropía en constante movimiento, da a entender que la música, su creación, no es sólo humana, aunque abarque todo lo humano. A falta de un mejor nombre, ese caos giratorio y sus intentos de controlarlo o de darle sentido se llama, para algunos, jazz. Para otros libertad.

Publicado en la sección RARUM de mi creación en la revista Cuadernos de Jazz, Nº 98, enero/febrero 2007.

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