jueves, 8 de marzo de 2007

LA NEBULOSA LLAMADA FAMA - LONGINEU PARSONS


Artículo publicado en la sección RARUM de la revista Cuadernos de Jazz - Marzo de 2007


Debe de haber pocos músicos de jazz que merezcan más que Longineu Parsons el título de “grandes olvidados”. A pesar de haber tocado con David Murray, Frank Foster, Philly Joe Jones, Sun Ra y Sam Rivers, entre otros, su nombre sigue siendo tan oscuro que hasta su hijo, Longineu Parsons III, es más famoso como baterista de la banda de rock Yellowcard. Si no fuera por internet, que a tantos salva del anonimato, no sabríamos, por ejemplo, que Parsons tocó en más de treinta países y que gusta de tener reyes en su audiencia. En www.longineu.com nos enteramos de que tocó ante el rey de Marruecos, las familias reales de Holanda y Mónaco y unos cuantos presidentes. Más allá de pompas y oropeles, la música de Parsons, un flautista y trompetista excepcional, es una brillante conjunción de vanguardia con funk y ritmos africados, como lo revela Spaced, unos de los escasos registros de su música.
Longineu ParsonsSpaced: collected works 1980 - 1999
Longineu Parsons (t, sa, ss, sopranino, fl, fiscorno); Sulaiman Hakim (sa, ss); Sam Rivers (st); Chris Henderson, Von Barlow, Benta Fischer (bat); Roger Raspail, Adewole O Kulu Mele (perc.); Jack Gregg, Lawrence Buckner (b); George Eduard Nouel, Kevin Bales, Lindsey Sarjeant (p).
Luv N’ Haight – LHCDO32
Ubiquity Records –
www.ubiquity.com

En 1980, Parsons grabó Works, un disco de producción propia que, casi veinte años más tarde, fue a parar a manos del sello Ubiquity y que incluía cuatro de los temas que aparecen en esta compilación, largos y logrados ejercicios de fusión a partir del free (con algún que otro guiño a Pharoah Sanders) y del funk, muy potentes y percusivos, en especial la memorable Take the high road y la potentísima Funkin’ Around. Parsons toca trompeta, distintos saxos y flautas y tanto las disonancias en las que incurre como la fuerza del ritmo generan una escucha deliciosamente incómoda, con una tensión que no se afloja nunca. La formación que encabeza en estos temas es asimismo muy atractiva, con otro saxofonista, batería, bajo, piano y percusión. En 1999, tocando un flugelhorn y al frente de un cuarteto más tradicional, Parsons grabó Hannibal’s March y Emerald Paradise, dos de los temas menos interesantes de este Spaced, en el sentido de que recuerdan a un jazz amable y olvidable. Pero gran parte de este extraordinario y peculiar CD es una fiesta de percusión africana e incluso afrocubana, dura y profunda, como un colchón de piedras por donde Parsons y Sam Rivers, entre otros acompañantes, se trenzan en duetos donde el clasicismo free y los arabescos (literalmente) se unen sin fisuras, como en la notable Party in Morocco, que va y viene entre el África del ritmo y el jazz ácido y mordiente del lado más funky de la vanguardia. Sin ceder en fuerza percusiva, Parsons encara Search for the new land de Lee Morgan y Soyuz Dance del bajista Jack Gregg —otra vez con Sam Rivers en el saxo tenor— como un ámbito hard-bop donde demostrar su gran calidad como trompetista. Pero lo que aporta mayor interés a un disco tan ecléctico es la profunda comprensión que parece tener Parsons de los ritmos africanos, y el tema que mejor encapsula esta propuesta es The Gathering, con la percusión de Adewole O Kulu Mele como coprotagonista. Aparte de la presencia extraña y llamativa de un tema a trío con Parsons en la flauta grave y de dos descartables remixes, este Collected Works es una magnífica colección de un multiinstrumentista prácticamente desconocido. El interés africano de Parsons (a quien algunos comparan con Jon Hassell y que aparece también colaborando con Cecil Taylor) se reeditó en el CD y banda Tribal Disorder, con Sam Rivers y también con su hijo Longineu Parsons III, el baterista famoso, y en un proyecto que él llama «(R)evolutionary Jazz» donde, en realidad, afirma estar más allá de géneros y estilos. Mientras tanto, da clases en la Florida A&M University, merodea el mundo académico, y encarna a Louis Armstrong en el músical Satchmo, que pasó sin pena ni gloria por España. Ya sea por diversificarse demasiado, o por los inescrutables designios de esa nebulosa llamada fama, la música de este notable personaje pasa inadvertida.

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